ORIGENES Y EPOCA BARROCA
La celebración de la Semana Santa en Málaga adquiere forma de
procesiones con la Reconquista de la ciudad por parte de los Reyes
Católicos en 1.487. La conversión de los habitantes al
catolicismo así como la llegada de nuevos pobladores suponen, tras siglos de influencia musulmana, una nueva
dimensión en la expresión religiosa de los malagueños.
Pero, sin lugar a
dudas, el fenómeno de la Edad Moderna que más marcará el destino de las
Cofradías, tanto en Málaga como en el resto de España será la Reforma
Protestante, el Concilio de Trento (en el siglo XVI) y la posterior
Contrarreforma católica. La Iglesia, con clara intención de combatir
la herejía que para ellos supuso la doctrina protestante, fomentará el culto a las
Sagradas Imágenes.
Esta seña de identidad poseía a su vez una doble
intención: Si bien servía como seña distintiva del credo católico,
también se utilizó para catequizar al pueblo, dado que la mayor parte de
la población desgraciadamente era analfabeta. Además, junto a la
prohibición de que los no religiosos interpretasen las Sagradas
Escrituras, podemos decir también aquel famoso "una imagen vale más que
mil palabras".
Será la época del barroco en Málaga un tiempo de fundación de
nuevas cofradías, de personajes nobles de la ciudad vinculados tanto a
las nuevas como a las ya existentes fraternidades. Claro que la
celebración de la Semana Santa de entonces resultaba completamente
diferente de la que conocemos en la actualidad. Todos los tronos salían
de sus respectivos templos, no existiendo el fenómeno de las Casas de
Hermandad. Salían las Imágenes en unas
reducidas andas portadas por unos 8 o 10 hombres de trono, estando el
cortejo compuesto por "hermanos de luz" (lo que equivaldría a los
actuales nazarenos) y los "hermanos de sangre" o disciplinantes, que,
azotándose durante todo el recorrido penitencial, impresionaban al
público que se congregaba para presenciar tan tétrico espectáculo. Y no
nos olvidemos también de una característica que hoy puede parecer
secundaria (a pesar de que en nuestros días vuelve a ponerse en práctica
con los columbarios para hermanos en las propias capillas o templos en
los que radican las hermandades): Nos referimos al carácter de "mutua de
enterramientos" que las cofradías desempeñaron. La mayor parte de los
hermanos ingresaban en las fraternidades movidos por el deseo de
conseguir un lugar en suelo sagrado en el que sus restos mortales
pudiesen hallar el descanso eterno, así como una entidad que dijese las
misas de rigor con el objetivo de rogar por su alma vagante en el
purgatorio en búsqueda del descanso celestial eterno. Como vemos, las
cofradías de aquella época poseen entre sus características
fundamentales no sólo las del Culto a Dios hecho Hombre y a su Madre,
sino también finalidades más mundanas y de orden práctico, como es la de
asegurar un lugar de enterramiento.
Pero la época barroca, llena de efectos y de exageraciones, también
comete sus excesos, como es el caso de la proliferación abultada de
disciplinantes que iban azotándose durante el transcurso de las
procesiones, tal y como ya hemos comentado, así como otros excesos como
podían ser el exhibicionismo de las clases más pudientes, eligiendo los
mejores sitios de la procesión y luciendo distintivos sobre la túnica
nazarena. Todo lo cual llevaría a la Autoridad Eclesiástica a dictar
normas que regulasen tales abusos y que intentasen reconducir por el
camino de la piedad a las cofradías.
Epoca de la Ilustración (Siglo XVIII- XIX)
Al llegar la época de la Ilustración (
siglo XVIII) nos encontramos con
una sociedad que va cambiando su forma de pensar. Los ilustrados no son
tan partidarios como sus antepasados de las cofradías, al considerarlas
herederas del obscurantismo y superstición religiosos. Esta nueva forma
de plantear la religiosidad popular hará que los gobernantes tomen
medidas y dicten normas (en ocasiones poco respetadas) destinadas
a fomentar el orden público y la compostura, sin exageraciones, durante
los desfiles procesionales.
Y por si fuera poco, el
siglo XIX no entrará con buen pie para el
mundo cofrade malagueño. La invasión sufrida por parte de las tropas
napoleónicas hará que el patrimonio cofrade sufra contínuos saqueos y
que una buena parte de lo atesorado hasta entonces desaparezca en manos
extranjeras. Pero, tras la Guerra de Independencia, un nuevo suceso
resentirá las estructuras cofrades: La desamortización eclesiástica
propugnada por Mendizábal en 1.835 eliminará muchos conventos como
tales, afectando lógicamente a Málaga. Las iglesias conventuales
albergaron desde siglos atrás a un buen número de cofradías. De hecho,
en la época barroca, algunas órdenes monásticas, como es el caso de la
franciscana, se habían destacado por difundir determinadas devociones y
en su interés por la fundación de cofradías penitenciales.
El hecho de
que los conventos desaparezcan hará que las cofradías deban plantearse
nuevos templos en los que cobijar a sus imágenes y desde donde poder
salir en Semana Santa. Y otro aspecto a destacar será la creación de
cementerios municipales, lo cual hará que la función de mutua de
entierros decaiga enormemente, al enterrarse a partir de ahora en
espacios municipales destinados específicamente a este fín, aunque no
olvidemos que las cofradías comprarán en los nuevos camposantos nichos y
panteones para el descanso eterno de sus hermanos.
Siglo XX
Los comienzos del siglo XX no serán excesivamente halagüeños. La
crisis económica que se desata en esa época sobre Málaga (fracaso en la
industria siderúrgica local, plaga de la filoxera que arrasa las viñas)
afectará lógicamente a las cofradías, sobre todo a su nivel de ingresos.
Esta delicada situación económica, que no permite a un buen número de
hermandades realizar su anual salida penitencial, será el origen de la
fundación, en 1921, de la AGRUPACION DE COFRADIAS DE SEMANA SANTA DE
MALAGA, decana en nuestro país de dichas entidades.
La función
primordial de dicha Entidad, desde un primer momento fue el procurar el
necesario apoyo económico que permitiese sufragar los gastos de las
procesiones, sobre todo de las hermandades más necesitadas. Y será
precisamente en los años 20 cuando nuestra Semana Santa comience a
adquirir un gran auge. Junto a la vuelta a la escena cofrade de
hermandades en decadencia en siglos anteriores, se fundarán nuevas
fraternidades y se contará con el estímulo que supone la promoción de
cara al turismo invernal del que por entonces ya nuestra Málaga
disfrutaba. Las procesiones constituyen un atractivo más para el turista
de la época, constituyendo sin duda alguna (tal y como sucede en la
actualidad) una importantísima fuente de ingresos para la ciudad.
Los barrios y su vinculación de las Cofradías. Ntra. Sra. de la
Piedad pasa por su barrio del Molinillo en los años 50 del presente
siglo.
Esta etapa de oro se truncará lamentablemente por motivos políticos y
sociales. En la noche del 11 al 12 de mayo de 1931, recién estrenada la
Segunda República, grupos incontrolados de anarquistas irrumpen en los
templos de la ciudad y se dedican a la destrucción masiva de cuanto
encuentran en los mismos. La incultura e intolerancia de algunos acaba
con el patrimonio devocional de siglos en nuestra ciudad. Una pésima
interpretación de lo que es la fe y las creencias destruye aquello que
unió creencialmente a generaciones de malagueños. Y tras estos sucesos,
el clima social revuelto hace que se suspendan las procesiones, aunque
en 1935 algunas hermandades salgan a la calle (se les denominaría a
partir de entonces como "las valientes") arriesgando lo poco de
patrimonio que en aquel entonces habían logrado reunir. Y ya en 1936, la
Guerra Civil trae una nueva ola de destrucción que acaba de nuevo con
casi todo lo rescatado de los desmanes anteriores.
La Postguerra fue dura para todo el mundo, y, por supuesto, para las
cofradías. La recuperación patrimonial vendrá también influenciada por
las circunstancias sociales y políticas de la contienda. Los vencedores,
en un claro espíritu "nacional-católico" fomentarán dicha celebración
como el triunfo sobre los enemigos de la fe católica, magnificando y
politizando descaradamente en los primeros años algo tan del pueblo como
son las procesiones. Como consecuencia de ello, la presencia de fuerzas
militares se incrementará notablemente, aunque ya resultara importante
en siglos anteriores. Otro aspecto a destacar será el aumento en el
tamaño de los tronos, debido por un lado, a ese afán de destacar el
triunfo de la confesión católica sobre "el ateísmo republicano",
magnificando el trono sobre el que se ubican las Imágenes Sagradas.
Pero, por otro lado, las no siempre fluidas relaciones entre los
cofrades y el clero harán que un decreto episcopal prohiba el montaje de
tronos en los templos debido a las molestias que ocasiona en el culto
religioso de esos días. Al no depender ahora de las medidas de ninguna
puerta (en aquel entonces, tan sólo la hermandad de Viñeros realizaba
Estación de Penitencia en la Catedral) el tamaño puede crecer
libremente. Y ello hará surgir otro elemento en las procesiones que hoy
va desapareciendo como es el caso de los "tinglaos", las estructuras
metálicas que albergan a los tronos en plena calle y los protegen
(levemente) de las inclemencias del tiempo.
Los años 60 verán como cambia la mentalidad
cofrade. Si bien la reconstrucción de la postguerra hizo que los
artistas y artesanos locales pudiesen realizar su labor y producir un
buen número de obras de clara inspiración en la escuela granadina de
imaginería, tradicional hasta entonces en nuestra ciudad, se volverán
ahora los ojos de las Juntas de Gobierno de las cofradías hacia Sevilla.
Los nuevos encargos, tanto de Imágenes, como de tronos y resto de
enseres se cursarán a partir de ahora en la ciudad del Guadalquivir,
afectando este hecho hasta nuestros días. Y otro efecto importante será
la incorporación de la juventud en el seno de las cofradías de forma
activa. Pero no todo será un camino de rosas para los nuevos cofrades.
La diferente mentalidad con respecto a las personas que en aquel
entonces dirigen las cofradías propiciarán tensiones en el seno de las
mismas.
La llegada de la democracia en los años 70 verá también como
esos cofrades jóvenes zanjarán parte de esas discusiones generacionales
creando nuevas hermandades, con una visión de la Semana Santa diferente.
Ahora lo importante no será tanto la suntuosidad de los desfiles
procesionales, sino el poder salir de los templos en los que radica la
cofradía en cuestión y en realizar Estación de Penitencia en la
Catedral, algo que será permitido libremente a las cofradías malagueñas
por parte del Obispado a partir de 1988 (hasta entonces tan sólo gozaban
de ese privilegio las cofradías de Viñeros y de Pasión).
Y así llegamos hasta nuestros días, en donde conviven dos formas de
ver y entender la Semana Santa. Junto a la desarrollada en la postguerra
(tronos de grandes dimensiones, suntuosidad y lujo en los cortejos
procesionales) también se da el procesionismo desarrollado a partir de
finales de los años 70 en las nuevas cofradías (espíritu penitencial más
austero y concediéndose mayor importancia a la Estación de Penitencia).
En cualquier caso, la variedad es algo que define la esencia de nuestra
Semana Santa, razón de peso para visitar nuestra ciudad y disfrutrar de
esta celebración que, para los malagueños marca sin lugar a dudas el
inicio de la primavera.