Nos remontamos a la decada de los años 80, en un mundo en el existía un decadente panorama con el biporalismo entre los EEUU y la URSS. Una epoca en la que se vivía con el miedo real de que cualquier dia fuera el último que se viviera en la tierra por la denominada "Guerra Fria" entre estas dos superpotencias, miedo dado ya que estos dos países eras los mayores poseedores del arsenal nuclear existente en la tierra y que cualquier ataque por parte de uno iniciaria un contraataque por parte del otro en el que no habría ni ganadores ni perdedores ya que por el arsenal que poseían ambos países sería suficiente para acabar con la vida en la tierra.
Ambos países tenían mucha tecnología invertida en el aspecto militar, en el sentido de" aspectos de vigilancia" y en consecuencia de "respuesta", ya que cualquier posible ataque por parte de uno encendería la polvora que daría a un ataque masivo de misiles nucleares por ambas partes. Entonces había una posibilidad muy real y a la vez absurda de que el Armagedon final se desencadenara por un error humano o un fallo en los sistemas automaticos de defensa militar.
Aqui es donde entra nuesto "heroe", un teniente coronel llamado Stanislav Petrov que la noche del 26 de septiembre de 1983 se encontraba al mando del bunker de Serpojuv-15 (ubicado a un centenar de kilometros de Moscú). En aquella época el procedimiento oficial era que el encargado en un puesto de vigilancia militar, ante la alerta en los sistemas de un ataque enemigo, tenía la responsabilidad de validar el ataque enemigo y en consecuencia iniciar el procedimiento de ataque.
En
la noche del 25 al 26 de setiembre de 1983, el oficial al mando era un teniente
coronel de 44 años, llamado Stanislav Petrov. A las 00:15 de la madrugada,
las computadoras interpretaron un destello detectado sobre Montana, EE. UU.,
por uno de los nueve satélites Oko como señal de que un misil había
sido disparado hacia la Unión Soviética. Petrov creyó que se trataba de
un error: un ataque con un solo proyectil no tenía ninguna lógica. ¿Qué presidente
norteamericano lanzaría un solo misil contra la URSS, sabiendo que la respuesta
serían miles y miles? Petrov sabía que circulaban muchos cuestionamientos a
la confiabilidad del sistema, y que la posibilidad de un fallo no era despreciable.
Poco tiempo después, los sistemas anunciaron que un segundo misil había
sido disparado. A esta alarma le siguieron rápidamente tres más: ahora
había cinco misiles viajando supuestamente con su carga de destrucción hacia territorio
soviético. Los radares no podían detectar blancos más allá de la línea del horizonte;
para cuando estuvieran en condiciones de confirmar o negar el ataque, podría
ser muy tarde como para responderlo. Petrov no tenía otra información disponible
más que las cinco alertas; intuía que eran otros tantos fallos del sistema,
pero ¿si no lo eran? Estaba consintiendo ni más ni menos que la devastación
de su propia nación. Por otra parte, si iniciaba el procedimiento de
represalia, existía una probabilidad muy elevada de que el mismo terminara desatando
un contraataque total inmediato. En cualquiera de los dos casos, ello
equivaldría a la muerte de millones de personas.
El aire se cortaba con un cuchillo en Serpujov-15, y Petrov estaba bajo
una presión y un nerviosismo tal que no pudo volver a dormir durante varios
días. Sin otra información que la que le brindaban las computadoras del
búnker, Petrov, con el corazón en la garganta, decidió confiar en su intuición
y avisó a su superior, el general Yuri Votintsev (a su vez encargado de
despertar al Ministro de Defensa, Dimitri Ustinov) que el sistema había emitido
una falsa alarma. Los cinco minutos que pasaron hasta que fue evidente que
Petrov estaba en lo cierto escapan a cualquier descripción en palabras mínimamente
adecuada.
Las consecuencias fueron finalmente pues que gracias a este hombre seguimos respirando y hemos conseguido evitar una masacre nuclear que hubiera desencadenado consecuencias muy dramaticas para el planeta y toda la vida en el tal y como la conocemos.
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